La Casa Batlló de Gaudí
La contribución de Antonio Gaudí a la arquitectura contemporánea es Universal y el reconocimiento como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO a toda su obra resulta definitivo para dicha consideración. De entre su extensa obra, quiero destacar la Casa de Batlló, construida en Barcelona, porque transmite todo el compendio en diseño, estructura y soluciones arquitectónicas de la época madura y creativa de este “genio de los espacios”. Con esta casa urbana marca la diferencia y aparece un nuevo estilo que, encasillada dentro del Modernismo, sorprende por sus formas imposibles.
La arquitectura del periodo comprendido entre la segunda mitad del siglo XIX y hasta 1925 se clasifica como Neoclásica (y Neogótica) y la gran parte de la misma también como Modernista. La diferencia entre ambas lo constituye la ornamentación y elementos (como las almenas con cúpulas semiesféricas con pararrayos) que se “sale” de la ortodoxia de la arquitectura clásica, combinando superficies rectilíneas con circulares y con la famosa curva catenaria. Antonio Gaudí llevó el Modernismo hasta su máxima expresión, su “arquitectura orgánica” y “naturalista”, donde las formas son complejas, lo mismo recuerdan a la arquitectura oriental que ofrece una vista muy evolucionada del gótico (caso de su obra maestra La Sagrada Familia).
La Casa Batlló reúne numerosos elementos de todas las épocas otorgándole un “aire moderno”. El patio de luces solamente ya es una maravilla. Si se mira de manera parcial nos recuerda los revestimientos cerámicos y esmaltados de la época andalusí. Si cambiamos la perspectiva nos ofrece la visión de cualquier patio de estilo mediterráneo español de los siglos XVIII y XIX, pero si lo observamos como obra global, no encontraremos ninguna similitud antigua ni contemporánea, convirtiéndose en único. Toda la construcción está estudiada al detalle y no son pocos.
El industrial Josep Batlló i Casanovas adquirió en 1903 un edificio construido por el arquitecto Emilio Sala (1875) en el número 43 del Paseo de Gracia de Barcelona. En vez de derribarlo y construirse uno nuevo (no era muy viejo), optó por reformarlo para que estuviese a la “altura” de los demás edificios más recientes y de estilo modernista de la manzana. Encargó la obra a Gaudí cuando éste “sufría” su etapa más “naturalista”. En el primer boceto Pretendía coronar el edificio con una cúpula irregular (boceto encontrado en 1969), que quedaría al final en una gran bóveda con forma de dragón. El aspecto de la fachada nos indica su clara intención de crear un “organismo” de la piedra.
Con toda la grandeza que en la actualidad se valora esta obra magnífica de Gaudí, en su época fue más bien repudiada, pues no debemos olvidar que el Modernismo era una corriente no bien vista por todos, sobre todo por la clase más conservadora. De hecho, se presentó a un concurso de arquitectura en la misma Barcelona y ni siquiera se llevó una Mención. Los interiores en cada planta muestra un sin fin de “referencias espaciales” que no tienen parangón, con estancias de proporciones asimétricas e irregulares, pero sugerentes y llenas de encanto. Sin ser un experto, se me antoja una lista de grandísimos arquitectos contemporáneos que siguen la estela del gran maestro Gaudí: Le Corbusier, Nervi, Niemeyer, el japonés Imai, Calatrava, Foster, etc, y que nos sorprenden con sus atrevidas soluciones estructurales y sorprendentes acabados. Ni siquiera los más competentes constructores de rascacielos (los neoyorquinos) se han atrevido con uno de sus famosos proyectos (Hotel Atracción). Probablemente nunca veamos terminados sus más atrevidos bocetos, sencillamente porque se necesita de otro genio para levantar construcciones únicas.
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Toni Ferrando.