La Feria de Sevilla tiene Duende

antonio 9 mayo, 2014

Muchas Fiestas Patronales, Festivales y diversas actividades que se celebran tradicionalmente en abril, han tenido que posponerse para el mes de mayo, debido a la tardía celebración de la Semana Santa de este año. Una de las más famosas celebraciones del mundo es la Feria de Abril de Sevilla. Como dice la canción: “La Feria de Sevilla tiene Duende”, tiene algo especial que atrae todos los años a más de un millón de visitantes, número que seguramente será batido este fin de semana. Se calcula en más de 600 millones de euros los que se moverán a lo largo de la Feria, para todo tipo de eventos, sobre todo el gastronómico, algo que pasaré a comentar a lo largo de este post.

La tradición por celebrar Ferias Anuales en España data al menos del siglo XII, siglo en que empiezan a documentarse. Pero esta que se celebra en el barrio de Los Remedios, comenzaría de una propuesta surgida en 1846 para celebrarse los días 19, 20 y 21 de abril, con la aprobación del entonces Alcalde Don Alejandro Aguado, Conde de Montelirio. La iniciativa fue de ámbito empresarial por parte de sus promotores: el catalán Narciso Bonaplata y el vasco José María de Ybarra, que tropezaron en un principio con diversas negativas por parte del cabildo, ya que se celebraban dos Ferias importantes, como era la de Mairena del Alcor, que se celebra desde 1441, de carácter ganadero, y la muy importante de Sanlúcar la Mayor, otorgada por Fernando IV. Finalmente, en 1847, la reina Isabel II le otorgaría el privilegio de Feria, celebrándose ese mismo año la primera Feria de Abril de Sevilla. Durante bastante tiempo estaría enfocada a la ganadería, de ahí que se convirtiera en uno de los mayores acontecimientos taurinos del mundo de la actualidad.

Con el paso de los años, y ya son más de siglo y medio, se ha ido configurando la Feria de Abril como un anuncio “por todo lo alto” de la primavera. Su colorido, tanto en lo engalanado de calles e iluminación típica de los farolillos, sus trajes típicos, donde el hombre se encasqueta un sombrero cordobés y ella luce un maravilloso vestido faralaes o de gitana, sirve como emblema de lo “tipical spanish” en todo el mundo, como el sonido protagonizado principalmente por la música flamenca en todas sus variantes, destaca el estilo propio por sevillanas que amenizan los cuatro costados de la ciudad.

La Fiesta se escribe en mayúsculas en la Feria de Sevilla. Los carros tirados por caballos, las chicas engalanadas y tocadas con un peinado artístico, bailan las sevillanas con ese duende que no se puede explicar, y los hombres taconean con sus botas de montar al compás y brindan con jerez. Ellas se sirven en ocasiones el jerez con gaseosa fresca, “rebujito”, pues en las casetas se suelen alcanzar los 40º. Por cierto, este año se han superado las 1100 casetas sumando las privadas y públicas, aunque es habitual ver a los turistas tanto en unas como en las otras. Es día de fiesta y pasado el orden inicial, se transforma el ambiente en música, color y alegría.

Aunque la primera noche está dedicada al “pescaito”, es el plato más demandado durante toda la Feria. No faltan los boquerones, pijotas, pescadas, acedías, adobo y calamares. Entre las tapas abunda el jamón ibérico, queso de todo tipo y tortilla de patatas. Para el marisco, el de Sanlúcar de Barrameda. Las papas con chocos, garbanzos con bacalao y la caldereta para comidas completas. Para beber: el vino fino, manzanilla o el “rebujito”. Anexa a la Feria está instalada una zona para la diversión familiar, la llamada “calle del infierno”, un gran Parque de Atracciones con todo tipo de distracciones.

El mundo del toro es una parte muy importante de la Feria. Numerosos seguidores cuentan los días para acudir a uno de los carteles más atractivos del mundo, en el que la Plaza de la Real Maestranza de Caballería luce sus mejores galas. Este año han desfilado o desfilan toreros de prestigio, como Enrique Ponce, “El Cid”, “El Cordobés”, “El Fandi”, Juan José Padilla, Daniel Luque, Manuel Escribano, etc, la Feria de Sevilla es todo un espectáculo que hay que visitar al menos una vez en la vida.