La Primavera es el mejor afrodisíaco
En el post anterior sobre los afrodisíacos terminamos con el más natural de todos, el perfume que todos llevamos como especie. No hace falta comprobar científicamente lo que ya está más que comprobado, que “la primavera, la sangre altera”, en forma de refrán ancestral y que nos recuerda que en estas fechas señaladas nuestros niveles químicos y hormonales se disparan casi incontroladamente. Eso sí, la sociedad se ha ido sofisticando e inconscientemente hemos ido arrinconado nuestro instinto natural a meras manifestaciones esporádicas que, la mayoría de las veces, ni sabemos comprender por las barreras sociales y psicológicas que hemos ido creando con el tiempo. Así que sigamos con los afrodisíacos naturales que son capaces de recordarnos nuestra etapa “más liberada” como seres humanos.
Existen alimentos cotidianos que desde la antigüedad se consideran afrodisíacos. Uno de los más saludables son los frutos secos, en particular la almendra, venerada desde los tiempos de la Grecia Clásica, quienes la relacionaban con el dios hermafrodita Agdistis. Calorías, grasas, propiedades energéticas que combaten el colesterol y favorecen el riego sanguíneo, son características de todos los frutos secos, pero las mujeres romanas de hace veinte siglos se bañaban en leche de almendra y será por algo. La explicación científica, la diferencia química con respecto a otros frutos secos y otros alimentos parece ser que resulta por su alto contenido en fósforo que, unido a sus otras propiedades, la hacen única. En aceites y cremas resultan idóneas para los masajes relajantes y tratamientos de belleza. Ingeridas, proporcionan un toque que despierta la libido en ellas y resultan de lo más saludable para ellos, ya que actúan como un potenciador formidable.
Otro ingrediente de uso común en nuestra dieta es la miel. Tan común resulta que no solemos caer en la cuenta de que es utilizado además de para un sin fin se recetas de cocina, también para la medicina en general, tratamientos terapéuticos y de belleza. La miel, al ser un producto recolectado es sin duda uno de los más antiguos alimentos de la humanidad. Los primeros escritos sumerios y jeroglíficos egipcios ya hablan y casi lo reverencian. Para considerarlo afrodisíaco nos basamos en la energía que aporta, eleva los niveles de testosterona, pero no actúa de forma rápida. Debe ser por eso que las antiguas culturas solían dejar a los recién casados una jarra suficiente para un mes justo en la alcoba. En muchas zonas de Europa y del Mediterráneo la preparaban en forma líquida y así inventaron el hidromiel, cuya receta os comparto:
2 litros de agua
400 grs. de miel
1 ramita de canela
20 grs. de levadura
Mezclar todo y reposar diez días en lugar oscuro de 25º a 30º C. Colar y beber
natural o refrescado.
Hay que señalar ese toque de canela en el hidromiel considerado por los antiguos como otro potente afrodisíaco. Sin duda esta práctica desembocó en la tan extendida costumbre de llamar “luna de miel” a la noche o noches de boda. Tenemos la idea preconcebida de que un afrodisíaco debe actuar al instante, pero hay que ser conscientes de que no somos máquinas, debemos ser pacientes y disfrutar con calma de la compañía. No hay peor convivencia que las prisas, aunque existan “momentos lujuriosos” como excepción que confirman la regla.
Si hemos visto que el sentido del olfato puede resultar un afrodisíaco eficaz, os cuento algo sobre otro sentido intangible: el oído. Hace unos 20 años leí un trabajo muy interesante llevado a cabo en la Universidad de Estocolmo y que intentaba comprobar el efecto que la voz producía en el cerebro de otra persona. En este estudio, los investigadores comprobaron en los escáneres que la voz masculina activa las zonas cerebrales relacionadas con la actividad sexual en las mujeres. Tras multitud de ensayos con mujeres de todas las edades, comprobaron que se activaba el área de la ínsula y el núcleo estriado, las zonas que se activan cuanto hacemos el amor. Se segregan más opiáceos y endorfinas y proporcionan placer. Tras la ampliación de estos estudios en otras universidades, como en las del Reino Unido, especializadas en el cerebro y sus reacciones, establecieron que el hombre, en cambio, activaba zonas distintas al escuchar la voz femenina, zonas ajenas a las del “amor”. Por consiguiente se puede decir que la voz del hombre actúa como un poderoso afrodisíaco en la mujer.
Podemos recapitular y darle sentido al título sugerido en este post, pues si por un lado tenemos que el perfume natural actúa como afrodisíaco en el hombre y la voz de éste actúa en la mujer, sólo debemos dejar que la naturaleza siga su curso y sin duda ha previsto que la primavera desencadene la explosión amorosa, algo que el ser humano tiene bastante olvidado, a pesar de las manifestaciones que casi todas las culturas ofrecen en su honor. Si seguimos este principio, la idea de que el afrodisíaco es un “invento demoníaco” podría tener una base razonada. El ser humano, en su intento de manipulación de todo su entorno y de si mismo, ha querido también manipular ese momento “previsto por la naturaleza” para el ciclo reproductivo, pero también es cierto que somos dueños de nuestras apetencias.
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Toni Ferrando.