La química en los afrodisíacos

antonio 21 marzo, 2016

Desde que en el año 1900 Sigmund Freud sintetizó la cocaína para tratar un glaucoma a su mejor amigo, han aparecido miles de compuestos químicos que imitan e incluso superan el efecto que los productos naturales provocan en nuestro organismo. El glaucoma remitió, tal y como vaticinó el padre del psicoanálisis, pero su amigo falleció tiempo después por una sobredosis, ya que curado del mal, continuó inyectándose esta sustancia en secreto, motivado por el efecto tan placentero y vigorizante que le causaba. El “descontrol” en la manipulación de estas sustancias artificiales tiene efectos muy desagradables que incluso pueden llevar a la muerte.

De fechas más recientes es el caso del popper, un alquinitrito que se hizo muy popular a mediados de los años 70s y que se prohibió (o reguló en muchos países) en los 90s, cuyos principios activos son muy similares a las sustancias que se utilizan para “reanimar” tras un desmayo. Se trata de un artículo típico de las tiendas eróticas y se vende como un formidable estimulante de efecto inmediato, pero las personas que abusan de las exposiciones, pues la sustancia se inhala, terminan en el Hospital. Su prohibición o regulación no ha impedido que otras sustancias aparecieran en el mercado, incluso con el mismo nombre, pero su efecto no es ni la mitad de efectiva ni peligrosa como el nitrito de amilo. Curiosamente esta sustancia está contraindicada para personas que sufran glaucoma ni otras dolencias oculares, pues es el órgano que ataca principalmente, alterando incluso la visión.

Los compuestos químicos creados para la mejora en las relaciones sexuales en el último siglo, han sufrido el mismo fin que los dos anteriores ejemplos, es decir, tras una corta o media distribución exitosa, las Autoridades han terminado por declararlas “drogas ilegales” y prohibir su venta. Reconozco que cuando apareció la más popular y vendida de estas sustancias, la viagra, pensé que no duraría en el mercado ni un año, pero me equivoqué, pues sigue siendo la Nº 1 en ventas y ninguna otra sustancia química se ha reconocido que mejore su rendimiento. Por eso me parece oportuno hablar sobre esta sustancia en primer lugar, una droga permitida y que ha alegrado la vida de alcoba de muchos hombres (y de mujeres, todo hay que decirlo).

Si decimos “voy a tomar citrato de sildenafilo”, probablemente nadie entenderá lo que dices, pero si dices una viagra, todo el mundo sabrá a qué te refieres. Esta popular pastilla fue diseñada en un laboratorio británico para tratar la angina de pecho y la hipertensión arterial. En los ensayos, Ian Osterloh tomó nota de las frecuentes erecciones que provocaba en los pacientes. El fármaco se patentó en 1996 por la Compañía Pfizer . Había nacido el primer fármaco aprobado para el tratamiento de la disfunción eréctil en Estados Unidos y ya en el año 2001 superaba los 1.000 millones anuales en ventas por todo el mundo.

Debo repetir hasta la saciedad que el abuso de cualquier sustancia puede acarrear unos efectos desagradables y hasta peligrosos, por eso se debe seguir el protocolo de una revisión médica y o de consulta al farmacéutico. Existe viagra hasta masticable, pero también muchas imitaciones y eso nos obliga a “vigilar” mucho lo que adquirimos. Las ventas de viagra siguieron imparables hasta que dichas imitaciones surgieron a partir del 2007. Pero no sólo se resintieron por estas fraudulentas ventas, también aparecieron otros fármacos legales que son más económicos y de efecto similar, como Cialis, cuyos efectos son más duraderos (hasta 36 horas) y Levitra, recomendado principalmente por los sexólogos cuando detectan problemas psicológicos en la relación.

La lista puede continuar, pero los mentados son los más vendidos y comprobados de la actualidad. Pero a medida que leo y escribo sobre estos modernos compuestos químicos que nos ayudan en las relaciones, tengo la impresión de que no son realmente afrodisíacos, quizás porque estoy sugestionado por los conceptos “impotencia” o “disfunción”. Resumiendo: más parecen “remedios mecánicos” que estimulantes del deseo, aunque quizás sea lo mismo. Supongo que es una cuestión de perspectiva. En cambio, para la Mujer, todo lo que les despierte el apetito nos parece afrodisíaco. Quizás ese morbo de confundir “ayuda psicológica” con “perversión”, ha impedido que los diseñadores de fármacos comercialicen también sustancias excitantes para la Mujer. Para encontrar algo parecido en la química, nos trasladamos a la veterinaria, pues un compuesto destinado a la estimulación de animales, llamado clorhidrato de yohimbina, alcaloide, se ha comprobado, excita sobre manera también al sexo femenino de los humanos. Este compuesto está prohibido para su consumo a las personas, pero no así sus versiones más básicas, como la corteza del árbol de yohimbina, y también su raíz originaria de África y que sigue usándose como un fantástico afrodisíaco.

Afrodisíacos que se usan para ambos sexos hay pocos, pero está demostrado que los suplementos de Testosterona aumentan el deseo a las personas con bajo nivel hormonal. No quisiera dejarme en el tintero otra sustancia más que legendaria, como la mandrágora, que se usa tanto de forma natural como sintetizada en cápsulas y cuyo uso se cita ya en los escritos de Petronio de hace 20 siglos. Su simple nombre y el aspecto de su raíz siempre nos sugieren esa literatura dedicada a la brujería y a los brebajes mágicos y que por su manipulación ha dejado numerosas víctimas en las hogueras de castigo. Y es que la frontera entre la realidad y el estado “ideal” puede estar en manos de una simple pastillita de color azul o rosa, o como en el caso de la película La Naranja Mecánica, devolvernos a una “realidad consentida”.